Le damos las gracias a Dios Padre cuyo caldero derrama su plenitud en la tierra, inundándola de perfumada belleza y renacimiento,
Él bendice la semilla que yace en el fértil suelo, y nos protege bajo su poderosa mano.
Le damos las gracias al Dios de la Tierra, cuya música de arpa hace bailar las estaciones, con gestos llenos de gracia, y pasos majestuosos.
Él bendice a los juglares que nos regocijan e invita a las señoras y a los caballeros a enamorarse.
Lo encontramos en la forma de un navío que busca su puerto, la playa que ha reverdecido gracias al romillo y a la vara de san josé.
Los sacerdotes podrán hablarnos en trance sobre estas cosas, pero Dagda es el único que grita, bien alto nuestros méritos.
Él bendice la semilla que yace en el fértil suelo, y nos protege bajo su poderosa mano.
Le damos las gracias al Dios de la Tierra, cuya música de arpa hace bailar las estaciones, con gestos llenos de gracia, y pasos majestuosos.
Él bendice a los juglares que nos regocijan e invita a las señoras y a los caballeros a enamorarse.
Lo encontramos en la forma de un navío que busca su puerto, la playa que ha reverdecido gracias al romillo y a la vara de san josé.
Los sacerdotes podrán hablarnos en trance sobre estas cosas, pero Dagda es el único que grita, bien alto nuestros méritos.
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